LUCHAS FEMINISTAS, CUIDADOS Y COMUNIDAD EN LA POSTPANDEMIA


RECIBIDO: Octubre 2020

ACEPTADO: Noviembre 2020

PUBLICADO: Enero 2021



Paula Andrea Lenguita
Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Posdoctorado en Instituto de Filosofia e Ciências Sociais da Universidade Federal de Rio de Janeiro, Brasil. Investigadora Independiente del CONICET. Coordinadora del Programa de E studios Críticos sobre el Movimiento Obrero en el Centro de Estudios e Investigaciones Laborals. Profesora de Postgrado de la Univers idad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de La Plata.
https://orcid.org/0000-0002-6665-0554
paulaandrealenguita@gmail.com



Como citar: Lenguita, Paula A. (2021). Luchas feministas, cuidados y comunidad en la post-pandemia. Telos: revista de Estudios Interdisciplinarios en Ciencias Sociales, 23 (1), Venezuela. (Pp. 141-149).
DOI: www.doi.org/10.36390/telos231.11

RESUMEN


El confinamiento impuesto por la pandemia ha profundizado una serie de desigualdades sexistas que han existido durante varios siglos. El caso más abrumador ha estado en la sostenibilidad del crimen femicida, cuando el resto de los crímenes han disminuido en intensidad como resultado del confinamiento general. Claramente, la continuación de la violencia contra las mujeres se ha dirigido al hogar, donde la explotación femenina del trabajo doméstico también se ha extendido e intensificado. Este escrito avanza en algunas claves del sexismo manifiesto por el confinamiento de la pandemia, para entender el significado que el trabajo reproductivo está mostrando en diferentes territorios sociales donde tiene lugar. Siguiendo a Silvia Federici (2013, 2018), se investiga la crisis del trabajo reproductivo, basada en estudios sobre el impacto social (Ministerio C&T Argentina, 2020) y económico (Ministerio Economía Argentina, 2020) del confinamiento por la pandemia, para atender a la alternativa que se empleó en los barrios populares. En fin, la crisis causada por el Covid_19, según suponemos establece una alteración en la agenda feminista próxima: enfatizando el alcance de la reproducción, su politización y la dinámica que adquiere en los barrios, vinculada al conocimiento de la mujer en comunidad.

Palabras clave: mujeres; cuidados; pandemia; feminismo; sexismo; femicidio; reproducción; comunidad; Argentina.

 

Feminist struggles, care and community in the post-pandemic


ABSTRACT



The confinement imposed by the pandemic has deepened a series of sexist inequalities that have existed for several centuries. The most overwhelming case has been in the sustainability of feminise crime, when the rest of the crimes have declined in intensit y as a result of general confinement. Clearly, the continuation of violence against women has been directed to the home, where the female exploitation of domestic work has also spread and intensified. This writing advances in some keys of manifest sexism by the confinement of the pandemic, to understand the meaning that reproductive work is showing in different social territories where it takes place. Following Silvia Federici (2013), 2018), the crisis of reproductive work, based on studies on social impact (Ministry C&T Argentina, 2020) and economic (Ministry of Economy Argentina, 2020) of pandemic confinement, is investigated to address the alternative used. In popular neighbourhoods. Finally, the crisis caused by the Covid_19, as we assume, establishes and alteration in the upcoming feminist agenda: emphasizing the scope of reproduction, its politicization and the dynamics it acquires in the neighbourhoods, linked to the knowledge of women in community.

Key words: women; care; pandemic; feminism; sexism; femicide; reproduction; community; Argentina

 

INTRODUCCIÓN


El año 2020 seguramente quedará en la historia como un tiempo trágico para la humanidad. La pandemia desatada en China, sobre el margen final del año anterior, se ha regado como una catástrofe por todo el mundo. Y con su proliferación ha ido desnudando, de un modo descarnado, el profundo mapa de desigualdades en el que vivimos.


Como hace un siglo con la gripe española, las feministas han alzado su voz cuestionando las consecuencias económicas, sociales y políticas del confinamiento adoptado para paliar el problema sanitario. En este escrito, se revisan algunas críticas feministas, para considerar en qué medida la irrupción de esta enfermedad establece implicancias en la vida, el tiempo y el trabajo de las mujeres en la Argentina. El aislamiento social impu esto, para evitar la proliferación del contagio del Covid 19, se ha montado sobre una narrativa patriarcal negadora del trabajo reproductivo no remunerado. En ese sentido, el confinamiento ha restablecido los límites del trabajo en el hogar y, en paralelo, ha reforzado los saberes comunitarios a partir de los cuales se sobrevive en los barrios populares. Acaso, dicha paradoja, en este tiempo de pandemia, es el territorio de interpelación del feminismo en la actualidad. Desplegando sus críticas sobre la extensión de la reproducción en el capitalismo y abonando a la alternativa que se manifiesta, de modo todavía subterráneo, en los márgenes de la comunidad.


En fin, en estas líneas se consideran los desequilibrios que impuso la pandemia a la crisis de cuidados a nivel mundial, los cambios en los márgenes de cada territorio de reproducción de la vida y los sexismos exaltados a la hora de obturar la lucha feminista desplegada por más de medio siglo, a partir de dos estudios realizados por las carteras ministeriales de Argentina (Ministerio de CyT Argentina, 2020; Ministerio Economía Argentina, 2020).


La pandemia, entre el sufragismo y el feminismo


En tiempos de la “gripe española” de 1918, el sufragismo internacional supo tomar nota de los retrocesos que la enfermedad imponía a su movilización (Allison, 2000). Más cercanas geográficamente, algunas voces del sufragismo en alza viajaron a la Argentina, tras el fantasma de la Primera Guerra Mundial y frente a esta amenaza sanitaria. En particular el libro de viaje de una activista estadounidense ha ofrecido una crónica de la época en donde estalló la epidemia “olvidada” (Carbonetti, 2010) y que no se desplegó en “la París del Oeste”, como se la conocía a Buenos Aires en esos años. En la primavera de 1918, Katherine S ophie Dreier realizó un paisajismo social sobre la situación de las mujeres en la ciudad porteña (Dreier, 2016), orientada más por otros sucesos que cautivaron su atención (Teitelbaum, 2017).


Un siglo después, los cuestionamientos feministas, tras la pandemia actual, han solido focalizarse en la manifestación más brutal de la violencia machista. Evidentemente la prolongación del encierro, que ha impuesto la política de confinamiento, expone a las mujeres al crimen femicida de un modo abrumador (Segato, 2016).


Según el Registro Nacional de Femicidios del Observatorio MuMaLá, actualizado permanentemente, (MuMaLá, 2000), desde enero a octubre de este año se produjeron 275 muertes violentas de mujeres, de las cuales 197 ocurrieron en los meses de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. La situación ha mantenido la dramática cifra de un femicidio cada 32 horas. Las víctimas de violencia machista están más expuestas a sus victimarios en esta situación de encierro prolongado, por esa razón, mientras han bajado todos los indicadores criminales en cuarentena, la situación de violencia machista se mantuvo constante en Argentina. Ante esa alerta, las organizaciones feministas tempranamente se manifestaron para frenar esa otra epidemia, cuando el 30 de marzo se realizó un “ruidazo”, que adoptó el lema “la quarantaine oui, la violence nom”, según la crónica francesa realizada sobre el hecho (Villiers -Moriamé, 2020). Queda claro que, la movilización del activismo feminista ha vuelto a encontrar un umbral para su descargo, en el reclamo urgente en favor de la sanción de una ley de aborto seguro y gratuito, como ha sucedido con la “caravana verde” en todo el país el 4 de noviembre del 2020 .


En concreto, ambas realidades, que someten la vida y el trabajo de las mujeres, han intentado ser clausuradas bajo una narrativa patriarcal que las niega. Por esa razón, es fundamental ahondar en un mayor y mejor reconocimiento de ambos flagelos, porque la vida y el trabajo de las mujeres no pueden esperar al fin de la pandemia.


La domesticación del trabajo reproductivo


Desde la estructuración de la familia proletaria, hacia mediados del siglo XIX, el hogar se ha convertido en un territorio sexista para los cuidados de las personas. Razón por la cual, es preciso preguntar por los modos en que la pandemia ha trastocado los límites políticos de ese dispositivo, mientras ponía al desnudo sus propias implicancias al momento de controlar la vida, el tiempo y el trabajo de las mujeres en el hogar. A partir de los estudios de Silvia Federici (2018), es posible cuestionar el proceso por el cual el hogar ha quedado construido como un territorio de domesticación femenina. En esas condiciones, el escenario del confinamiento ha venido a extender esa esfera de control, ampliando a su paso también la extensión de la jornada de trabajo reproductivo de las mujeres sin remuneración. Por esa razón, el teletrabajo de las mujeres ha adquirido un sentido más abarcador, es una modalidad que ha ampliado su influencia, ya no solamente se emplea en ciertas industrias informáticas o editoriales, es una modalidad que está en condiciones de extenderse a todo ámbito de administración pública o privada (Lenguita, 2010).


En ese sentido el “quedarse en casa” ha significado para muchas mujeres un infierno agobiante de disciplina entre el trabajo remunerado y no remunerado en el hogar. Comparando la situación actual con la estudiada en el pasado, se observa cómo el trabajo en casa acarrea consecuencias cardinales en la economía silenciada de las mujeres en el hogar (Lenguita, 2005). Según un reciente informe del gobierno nacional (Ministerio de Economía, 2020), la economía ha desplegado un enorme trabajo doméstico y reproductivo, que mayormente recae en las espaldas de las mujeres. La clausura de los espacios de cuidado ha puesto al descubierto la extensión de la jornada de trabajo en el hogar. Por esa razón, la narrativa patriarcal cada vez tiene más dificultades para ocultar la relevancia de la magnitud del trabajo reproductivo no remunerado.


Como en el caso de la gripe española, las mujeres están en la primera línea y no sólo en el caso de Argentina, la pandemia ha puesto de relieve la importancia del trabajo reproductivo para apoyar el desenvolvimiento de la producción capitalista. [traducción propia] (Lenguita, 2020)


Más importante aún, es la manera como la economía productiva se apropia indirectamente de este cúmulo de trabajo reproductivo no remunerado. La falta de remuneración ha actuado como una máscara para ocultar su centralidad en la vida social y planetaria. En pandemia, han quedado expuestas las dobles o las triples jornadas de trabajo de las mujeres en el hogar. La economía silenciada de las mujeres en el ámbito doméstico, sin dudas, será extensiva con la ampliación del teletrabajo en adelante. Por esa razón, alertamos sobre la dificultad que el sindicalismo muestra para reconocer este aspecto de la vida reproductiva. Sin embargo, es preciso reconocer cómo las mujeres sindicalistas están dando pasos agigantados para atacar la misoginia en los gremios (Lenguita, 2019) y poner en marcha dentro de esas estructuras una representación sensible al feminismo y defensora del caudal de trabajo reproductivo que se ha desplegado en pandemia, y seguirá extendiéndose en el futuro.


En fin, la oportunidad está clara, abandonar definitivamente la naturalización cómplice sobre las tareas de cuidado, que mayoritariamente realizan las mujeres, y hacer del sindicalismo una barrera para que el abuso patronal y misógino deje de expresarse abiertamente (Lenguita, 2019).


Saberes populares en los cuidados comunitarios


La rémora patriarcal del sexismo en el hogar ha quedado expuesta como nunca en pandemia. Tal como ha dejado al descubierto el informe del Ministerio de Economía (Argentina, 2020), los territorios de cuidados se ampliaron, la extensión de la jornada laboral impaga en las familias adquirió más volumen, y en los barrios populares la manifestación de la centralidad comunitaria ha quedado más clara. Como sostiene Rita Segato (2020), en los barrios populares y en el mundo rural, las mujeres han adquirido otro protagonismo a la hora de establecer la centralidad de sus saberes populares para el cuidado comunitario. La trascendencia en la reproducción de la vida en estos ámbitos ha sido sustantiva y en pandemia imprescindible, como ha demostrado la constitución del programa “El Barrio Cuida al Barrio” (Lenguita, 2020).


Aquí la rémora de la disciplina sexista no adquiere el mismo significado que en el caso de sectores medios y altos urbanos. A raíz del informe realizado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Argentina (2020), en la etapa prematura del confinamiento social en el país, ha quedado en evidencia de qué manera el “quedarse en casa” se ha traducido en los barrios populares como el “quedarse en el barrio”. Por esa razón, las medidas preventivas de la salud han tenido que adaptarse en los barrios populares y la política pública ha tenido que poner de relieve ese conjunto de saberes comunitarios.


A partir de estos ejes problemáticos, la agenda feminista reestructura prioridades, revisa alternativas estratégicas y establece nuevos lazos de solidaridad para salir de este desconcierto sanitario más fortalecida. Si bien como hace un siglo, las mujeres siguen ocupando la primera línea de combate frente a la epidemia, el testimonio es más coral, integrador y sostenido que entonces. Comienza a desandar un denominador común entre aquellas que están en hospitales, asilos, comedores comunitarios y en el hogar, una rebeldía que la pos-pandemia integrará con sus claroscuros, pero sin ocultamientos misóginos. En este escrito, se señalan dichas manifestaciones para considerar cuáles de ellas tendrán una trascendencia inquietante para el orden patriarcal, por la envergadura de la crisis que está atravesando.


La revolución feminista ante la crisis de cuidados


Medio siglo atrás, en el mundo han emergido distintas manifestaciones feministas destinadas a denunciar la explotación sexista en el hogar. En paralelo, ha ido dándose la colonización del hogar urbano como territorio productivo-reproductivo. Ambos movimientos han quedado entrelazados en esta pandemia. Una yuxtaposición que seguramente permitirá escribir una nueva página de los principios del trabajo en el hogar, tal como lo han pensado las feministas en los años sesenta (en su momento sin un mayor tutelaje del Estado hacia la economía silenciada del hogar). El problema del trabajo, sus formas de reconocimiento y derechos protectorios es la síntesis de una encrucijada que comenzará a ampliarse en adelante.


Para descubrir el presente en clave feminista, tenemos que comprender que la matriz fundamental de la ampliación de la reproducción en el hogar está en el cuidado. En ese sentido, la pandemia puede ser una oportunidad para comenzar a reducir la desigualdad de género, raza y clase. Si el trabajo reproductivo no remunerado se ha ampliado en pandemia, y ha quedado expuesto como estructurante de la vida social, dicho reconocimiento tendrá que considerar ese aprendizaje en este tiempo tan difícil para la humanidad. Por ende, no jerarquizar la agenda feminista es desaprovechar una oportunidad histórica, frente a la pérdida dramática que impuso la pandemia y la crisis de cuidados. Parafraseando a Silvia Federici, es posible avanzar en la lucha por la remuneración del trabajo doméstico, entendiéndose como una acción revolucionaria para forzar al capital a reestructurar las relaciones sociales en favor, esta vez, de las mujeres explotadas por siglos. Como en el inicio de este movimiento reivindicativo, la demanda de un salario para el trabajo reproductivo tiene más el interés político de subvertir el orden patriarcal en la economía capitalista, y menos un mero reconocimiento monetario que valorice una tarea fundamental para la sobrevida de las personas y el planeta en su totalidad. Una lucha que hoy tiene nuevas condiciones para llevarse adelante, apuntalando una reestructuración de las relaciones económicas entre los géneros de manera definitiva.


La crisis de cuidados que la pandemia llevó al paroxismo es una oportunidad para cambiarlo todo desde el sentir feminista, de una vez y para siempre (Lenguita, 2020). En fin, por paradójico que parezca, la pandemia viene a significar que esos trabajos esenciales son desvalorizados fuera de la crisis. El trabajo de cuidar y salvar vidas es subestimado e, incluso, negado por la economía fuera de las catástrofes sanitarias. Dicho menosprecio, y hasta negación, es producto de una narrativa patriarcal, que revierte lo prioritario y lo esencial para la reproducción de la vida (Federici, 2013). Las tareas de cuidados, contradiciendo a esa narrativa misógina, no solo son socialmente útiles para ser remuneradas, sino que son fundamentales para ser tenidas en cuenta en la proyección futura de nuestras economías (Vega Solís, 2019). Por ende, esta enfermedad que se extendió en el mundo es también una oportunidad para adoptar la alternativa feminista que lo resignifique todo. La expectativa está puesta en la superación de esta crisis de cuidados con las lecciones dadas por la pandemia, de una manera prioritaria en el futuro.


Cuidar a quienes cuidan


Con las imágenes repetidas de las mujeres en la primera línea del cuidado hospitalario, en los asilos, los comedores comunitarios y el hogar, el horizonte reproductivo se altera de cara al futuro más inmediato, con la férrea intención de transformar los desequilibrios sexistas. El hecho que las tareas de cuidado quedarán en evidencia como un campo de sobrevida social, supone en adelante la ampliación de ese horizonte de recanalización de los recursos sociales en beneficio de las banderas feministas defendidas en el pasado y en el presente.


En la memoria de esas luchas feministas quedaron las consignas sobre el salario para las tareas reproductivas. Una condición que supo afianzar la idea de cómo existe una matriz patriarcal en la que el capitalismo ha logrado desenvolverse a costa del sacrificio laboral de la mayoría de las mujeres. En la actualidad esa idea está cada vez menos ligada a un reconocimiento remunerativo, cada vez más viene a representar una reestructuración de las propias relaciones de género, dentro y fuera del hogar. Porque a partir de ese reconocimiento social, y su significado, las mujeres podrán disponer de otros tiempos para su autocuidado, reflexión, militancia, esparcimiento o tan sólo el recorrido de nuevos desafíos h acia otros grupos sociales postergados. Ante ese cambio social, de raíz profundamente revolucionaria, el “quedarse en casa” no volverá a significar más agobio para las mujeres. Y la crisis de cuidados, denunciada por la pandemia, será definitivamente un punto de inflexión en una larga lucha contra la matriz patriarcal que recorre el mundo desde hace siglos.


Para avanzar en esa materia, la narrativa misógina debe retraer su peso y representación. Pero no solamente en cuánto dice, sino más bien en cuánto cal la sobre el cuidado de la vida de las personas y el planeta. Más aún, queda claro como la falta de reconocimiento social de las tareas de cuidado, en parte, es el resultado de esta catástrofe sanitaria. Muchos Estados tomarán nota de este desacierto, muchas personas admitirán, cada vez menos en silencio, la importancia del cuidado de las personas en comunidad, como eje central, y no artificial, del devenir próspero después del aprendizaje brindado por la pandemia.


El feminismo internacional está dando cuenta de este cambio de época. Porque es, sin dudas, la expresión insurgente que más saberes supo aportar a este tiempo de incertezas para la humanidad. Por consiguiente, el feminismo podrá fortalecer los saberes comunitarios, haciendo de la autonomía y la autogestión un respaldo cierto para futuros alegatos. Donde despojos y desposesión pasen a ser parte del pasado, donde ciertos cuerpos y saberes pasen a ser una prioridad para salir de la actual crisis de cuidados, extremada por la enfermedad de alcance mundial que nos está azotando.


En el futuro post-pandemia, los objetivos tienen que estar centrados en la distribución de la riqueza social, bajo una matriz que incorpore la infraestructura de cuidados de manera definitiva. Salir, de tal modo, de las demandas sectoriales para avanzar en un campo de problematización, que incorpore el elemento comunitario y la política de cercanía de un modo definitivo para la resolución de problemas. Como hicieron las feministas en el último medio siglo, el control de esa distribución tiene que estar determinada por “las de abajo”, introduciendo y ampliando los actuales mecanismos democráticos, inclusivos y participativos sobre esa misma distribución.


En definitiva, un cambio de la naturaleza política donde el feminismo tiene mucho para aportar. Su expresión autónoma de la reproducción, sobre la vida material y simbólica, seguramente incorporará las circunstancias de la comunidad de cercanía y el territorio de lo doméstico sobre el que se instala. Dando sentido a un trabajo que no sólo se valorice por su productividad, sino que tome para su reconocimiento aspectos ligados al cuidado de la vida y el ambiente como materia central de valorización social. Si el feminismo ha venido a cambiarlo todo, su alcance tendrá que ir más allá del trabajo asalariado conven cional, tendrá que actuar en el área de la recanalización de la riqueza social, articulando desde el comportamiento afectivo hasta la producción de alimentos de una manera integral y comunal. Como se dijo, la pandemia dejó en evidencia la importancia estratégica del trabajo reproductivo, una economía silenciada que a lo largo de siglos quedó sostenida por las mujeres.


Pensando entonces en el trabajo reproductivo no solamente en cuanto oculto, y desvalorizado, el reconocimiento también está dado por la utilidad social que brinda al cuidado de la vida. Pensando así la cuestión, es posible afirmar, como Federici, que el terreno de la reproducción es estratégico para el desenvolvimiento de la economía capitalista. La pregunta sigue siendo entonces: cómo llevar adelante esa tarea sin una infraestructura comunitaria de cuidados que la haga efectiva.


Para concluir, la pandemia no solamente permitió priorizar la vida, como sostiene el feminismo, sino también la posibilidad de erradicar formas de explotación domésti ca de las mujeres, que tanto explica esa misma eclosión social. Cuidar de quienes cuidan será también una tarea política inmediata, para cambiar nuestra realidad en crisis y construir definitivamente un universo humanizado cuando la pandemia termine, sin el fantasma de viejos artilugios misóginos que nos hagan retroceder en derechos para las mujeres.


Palabras finales


Como en el siglo pasado, el movimiento de mujeres en la crisis sanitaria produce crecientemente señalamientos críticos sobre las dificultades que le impone la pandemia a las mujeres. No solamente por el límite que introduce a las manifestaciones, evidentemente relevantes en todo el mundo hasta antes de la pandemia. Sino también en lo relativo a las consecuencias que produce sobre la profundización de la violencia femicida, la sobrecarga del trabajo de cuidados y el ocultamiento de un recurso estratégico que ha puesto de manifiesto la pandemia en los barrios populares.


En síntesis, la violencia machista, recrudecida producto del confinamiento, el aumento de la explotación silenciada del trabajo de cuidado no remunerado, desarrollado mayoritariamente por las mujeres, y la inobservancia de la salida brindada en los barrios populares, por la modalidad de cuidados comunitarios, son las claves de un aprendizaje necesario para construir una alternativa feminista a la crisis civilizatoria actual. Por consiguiente, es preciso considerar la ampliación del derecho a cuidar en tiempos de post-pandemia. Para lograr así un reconocimiento integral de esa es fera de la vida reproductiva, sin el sexismo que persiste en ese sentido. Queda claro que, la crisis sanitaria es una oportunidad para cambiar las cosas, abandonar definitivamente el agobio femenino en la disciplina doméstica y escribir un capítulo renovado sobre la centralidad de la vida en la reproducción social.


Finalmente, los ejes problemáticos, que quedaron al descubierto drásticamente en esta pandemia, hacen posible que la agenda feminista reestructuré las prioridades, revisé las alternativas estratégicas y establezca nuevos lazos de solidaridad para salir de este desconcierto sanitario más fortalecida. Si bien las mujeres siguen en la primera línea de la catástrofe sanitaria, su respuesta en el futuro será coral, integradora y sostenible. El presente escrito es un recorrido sobre esa alternativa feminista para el futuro de la post-pandemia que, seguramente, tendrán una trascendencia inquietante para el orden patriarcal, pero permitirá orientar una salida a la crisis civilizatoria.


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